La devoción a nuestra Señora del destierro tiene su origen en la Biblia, en la narración san Mateo en su Evangelio (Mt. 2, 13-23) sobre la huida de la Sagrada Familia a Egipto por causa de la persecución del rey Herodes. Nuestra Señora permaneció cerca de cuatro años fugitiva, desterrada en Egipto, junto a san José custodiando, protegiendo, cuidando y amando al Niño Jesús.
Como vimos, san José y María tuvieron que huir de su patria con su pequeño hijo Jesús y se quedaron allí por cuatro años. Jesús pasó por la experiencia del destierro junto a su familia. Es por esto que Jesús nos dice en el Evangelio de san Mateo: "Fui forastero y me recibiste".
María nos enseña la espiritualidad del destierro, sabiendo acoger a cualquier hermano de cualquier lugar. Como san Benito dice en su regla: "Recíbanse a todos los huéspedes que llegan como a Cristo, pues Él mismo ha de decir: "Huésped fui y me recibieron".
La devoción de los refugiados, que no tienen patria, los que no tienen esperanza ni futuro. Como los miles de brasileños que salen del país en busca de una vida mejor. O los millones de refugiados de guerra alrededor del mundo. Nuestra Señora del destierro es patrona de todos los que tienen que dejar su patria para procurarse trabajo en otro lugar o se refugian en otras tierras. En Italia ella es la Señora de los Emigrantes o Madre de los Emigrantes.
Es la Madre a la que todos rezan para ser bien recibidos en tierras extranjeras, para conseguir nuevas amistades y trabajo.
Promesas de la Oración a Nuestra Señora del Destierro
Los que rezan a nuestra Señora del Destierro, por su promesa, serán protegidos contra el hambre, la peste, la guerra y las enfermedades contagiosas. A sus enemigos no tendrán poder de dañarlos ni robarles. Resistirán las tentaciones del demonio.
Todos los que tengan confianza en las misericordias de la Madre del Destierro serán felices en sus negocios y viajes, no morirán sin recibir el sacramento de la confesión y serán liberados de una muerte repentina.
Origen de la devoción a nuestra Señora del Destierro
En el año 1673 el fundador de Florianópolis, ciudad cuyo nombre original era Destierro, hoy capital de Santa Catarina, Francisco Diaz Velho, trae una imagen de nuestra Señora del Destierro para la ciudad y ahí construye una pequeña capilla en honra de la Virgen del Destierro, inciando así su devoción en Brasil.
El papa san Pío X cuando tuvo lugar la construcción de la Catedral de Florianópolis, dedicó a nuestra Señora del Destierro como patrona de la ciudad. Existen en Brasil muchas ciudades que mantienen la devoción con capillas e iglesias dedicadas a ella.
Su fiesta es el 17 de febrero.
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DEL DESTIERRO
Santísima Virgen María, Madre de nuestro Señor Jesucristo, Salvador del mundo, Reina del Cielo y de la tierra, Abogada de los pecadores, Auxiliadora de los cristianos, protectora de los pobres, consoladora de los tristes, amparo de los huérfanos y viudas, alivio de las almas en pena, socorro de los afligidos, desterradora de las indigencias, de las calamidades, de los enemigos corporales y espirituales, de la muerte cruel, de los eternos tormentos, de todo insecto y animal venenoso, de los malos pensamientos, de sueños pavorosos, de escenas terribles y visiones espantosas, del rigor del día del juicio, de las plagas, de los incendios, desastres, brujerías y maldiciones, de los malhechores, ladrones, asaltantes y asesinos: amada Madre mía, yo, postrado ahora a tus pies, con piadosísimas lágrimas, lleno de arrepentimiento de mis pesadas culpas, por tu intermedio pido perdón a Dios infinitamente bueno.
Ruega a tu Divino Hijo Jesús por nuestras familias, para que El destierre de nuestras vidas todos esos males, que nos dé el perdón de nuestros pecados y que nos enriquezca de Su Divina Gracia y Misericordia. Cúbrenos con tu divino manto maternal, oh divina estrella de los montes.
Destierra de todos nosotros los males y maldiciones. Ahuyenta de nosotros la peste y los desasosiegos. Que podamos, por tu intermedio, obtener de Dios la curación de todas las enfermedades, encontrar abiertas las puertas del cielo y contigo ser felices por toda la eternidad. Amén.
El texto fue tomado, traducido y adaptado de la página de la Arquidiócesis de San Pablo, Brasil (www.arquisp.org.br)
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