El 15 de enero recordamos el aniversario de las apariciones de la Santísima Virgen María en Banneux (Bélgica), en el año 1933. Estas apariciones son de las pocas que recibieron aprobación por parte de la Santa Sede de forma oficial.
Les compartimos el relato de las ocho apariciones y los mensajes que nuestra Señora nos dio
Primera Aparición (15 de enero de 1933) La llamada de la Virgen
El invierno en 1933 fue especialmente frío: nieve, hielo, ráfagas heladas. Durante la noche, Mariette
estaba sentada mirando la ventana en su casa. De repente, en medio de la oscuridad ve a una Señora llena de luz, de pie, inclinada hacia la izquierda. Cree que ve el reflejo de una lámpara del interior de la casa, pero confirma que no es así. Llama a su madre, pero ésta no le hace caso y piensa que son inventos de la niña. Mariette insiste “¡Mamá! Parece que es la Virgen”. La madre insiste en que deje de verla. La pequeña nota que la Virgen María llevaba un rosario dorado, unas rosas doradas en los pies y una banda azul en la cintura. La niña corre a buscar un rosario que tenía guardado en su cuarto y se pone a rezarlo, la Virgen lo reza en silencio con ella. Nuestra Madre le hace señas de que se acerque, pero su madre no la deja, cierra la puerta con llave. Mariette entonces, vuelve a la ventana y la Virgen se había ido. Mariette le narra más tarde la historia a su padre, quien no le cree.
Al día siguiente, le narra la historia a su amiga y ésta le recomienda que le cuente al sacerdote. Al estar ante éste en la parroquia junto a su amiga, Mariette se va corriendo y es su amiga quien le narra al párroco la historia de la aparición. El sacerdote le dice: “Seamos prudentes, no es tan fácil ver a la Virgen. Seguramente Mariette habrá oído hablar de los niños de Beauraing, a los cuales, según dicen, se les ha aparecido en estos días la Virgen y debe creer que ella también ve”. Los efectos que tuvo la primera aparición de la Virgen en Mariette, fue que volvió a ir a catequesis, con gran entusiasmo y aprendiendo todo perfectamente. El sacerdote le pide que le narre la historia de la aparición y éste le pidió que le rogara a nuestra Madre del Cielo que la guiara. El mismo sacerdote envía esa semana un informe al Obispo de la diócesis.
Segunda Aparición (18 de enero de 1933) La fuente
A los tres días, por la noche, cerca de la misma hora de la primera aparición Mariette sale de su casa. Su padre la observa desde la casa. Espera a la Virgen rezando en el lugar donde se había aparecido la primera vez. La ve en un momento, encima del bosque. La Virgen la llama y ella se acerca. Va hacia un manantial que está junto a la carretera, se arrodilla y la Virgen le dice: “Posa tus manos en el agua”, ella obedece. Luego le dice: “Esta fuente me está reservada” y la despide diciéndole: “Hasta pronto, buenas noches”, se eleva sobre los pinos mirando a Mariette.
El sacerdote interroga en esos días al padre de Mariette, quien fue testigo de la segunda aparición. Éste le revela al párroco: “Sí, yo lo creo, y para mostrarle a usted cuan profundamente yo lo creo, mañana yo voy a ir a la Iglesia para confesarme. Me gustaría recibir la Comunión de nuevo. Esta será la primera vez que recibiré desde mi Primera Comunión cuando niño”. Aquí vemos los frutos verdaderos de una intervención de Dios en la historia personal, o de una comunidad, una familia: la vida sacramental, la santidad, la oración. Si es acción de Dios y hay una respuesta verdadera del hombre a su amor misericordioso, los frutos son buenos, verdaderos, abundantes.
Tercera Aparición (19 de enero de 1933) La Virgen de los pobres
A la misma hora, al día siguiente, Mariette sale nuevamente de su casa, con su papá. Se arrodilla y reza. En un momento, extiende los brazos y dice: “¡Está aquí!”... Le pregunta a la Virgen: “¿Quién es usted, mi bella Dama?”. María le contesta: “Yo soy la Virgen de los Pobres”. La Virgen la conduce al manantial y la niña le pregunta por el mensaje del día anterior. Ella le dice: “El manantial está reservado para todas las naciones, para los enfermos. Pediré por ti, hasta pronto” y nuestra Señora se aleja, yéndose por encima de los pinos.
Cuarta Aparición (20 de enero de 1933) La Capilla
Al igual que los días anteriores, Mariette espera a nuestra Señora afuera de su casa. Le pregunta “¿Qué desea, Bella Señora?”. María le contesta: “Desearía una Capillita”. Extiende sus manos sin separarlas del pecho y con la mano derecha hace la señal de la Cruz, bendiciéndola y desaparece.
Del 21 de enero al 11 de febrero de 1933, Mariette acude al mismo lugar a rezar, pero no verá a la Virgen.
Quinta Aparición (11 de febrero de 1933) El alivio del dolor
Mariette se acerca hacia el manantial, se arrodilla allí y pone sus manos en el agua. Hace la señal de la cruz con el rosario y ve a la Virgen. Allí ella le dice: “Vengo a aliviar el dolor, hasta pronto”.
Sexta Aparición (15 de febrero de 1933) La fe
Mariette le dice a la Virgen que el párroco le pidió una señal para que todos crean. Nuestra Madre le contesta “Crean en mí, yo creeré en ustedes”. Le revela un secreto y antes de desaparecer le dice: “Recen mucho. Hasta pronto”.
Séptima Aparición. (20 de febrero de 1933) Oración
La Virgen se aparece y vuelve a conducir a Mariette al manantial. La Virgen le sonríe como siempre y le dice: “Mi querida niña, reza mucho. Hasta pronto”
Octava y última Aparición (2 de marzo de 1933) La Madre del Salvador
Es un día de mucha lluvia. De repente, en el rezo del Rosario que precede a la aparición, para de llover y brillan las estrellas. La Virgen se aparecerá por última vez a Mariette. Nuestra Señora no sonreía, pero se veía más bella que nunca, estaba muy seria. Le dijo a Mariette: “Yo soy la Madre del Salvador, Madre de Dios. Reza mucho. Adiós”. Puso sus manos sobre Mariette, la bendijo con la señal de la cruz y se fue. Inmediatamente desapareció y volvió a llover. Mariette lloraba compulsivamente, repitiendo el nombre de María.
Oración a la Virgen de los Pobres
(Escrita por Monseñor L.J. Kerkhofs, obispo de Lieja)
Santa María, Virgen de los Pobres, tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es Dios, nuestro Padre, que te envió a nosotros. Lo que has sido para nosotros, lo sigues siendo y lo serás para siempre, para aquellos que, como nosotros, te ofrecen su fe y oración. Tú serás para nosotros lo que nos revelaste en Banneux: medianera de todas las gracias, Madre del Salvador, Madre de Dios, Madre compasiva y poderosa que ama a los pobres y a todo hombre, que alivias el sufrimiento, que salva a cada persona y sociedad, la Reina y Madre de todas las naciones, que ha venido a nosotros para conducir a los que se dejan guiar por ti hacia Jesús, verdadera y única fuente de Vida Eterna.
Amén.
San Juan Pablo II nos habla de Banneux (de la carta al Obispo de Lieja con ocasión del 50° aniversario de las apariciones, 31/7/1999)
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San Juan Pablo II en el Santuario de Banneux |
"Las apariciones de Banneux invitan a los cristianos a interrogarse sobre el misterio del sufrimiento, que encuentra su sentido en el misterio de la cruz del Señor. Ante el sufrimiento, que no puede explicarse humanamente, el creyente se dirige espontáneamente a Dios, el único que puede ayudarle a soportarlo y vivirlo, y que alimenta la esperanza de la salvación y de la felicidad eterna. De manera muy especial, con ternura y amor, Dios está presente en toda persona aquejada por la enfermedad, puesto que se deja conmover por lo que vive su pueblo, al que ama, y quiere darle alivio y consuelo. «Dijo el Señor: Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo, (...) y he escuchado su clamor; (...) pues ya conozco sus sufrimientos. He bajado para librarle (...) y para subirle de esta tierra a una tierra buena y espaciosa» (Ex 3, 7-8). Como afirmaba en la encíclica Salvifici doloris, toda persona que ofrece su sufrimiento, contribuye misteriosamente a elevar el mundo a Dios, y se une de manera especial a la obra de nuestra redención (cf. n. 19). Por tanto, se une particularmente a Cristo Salvador”