Hoy, 26 de abril, la Iglesia recuerda a san Rafael Arnáiz, un joven monje trapense español cuyos escritos espirituales han iluminado la vida de muchas personas.
Breve biografía
Rafael nace en Burgos (España) el 9 de abril de 1911 en una familia aristocrática y de alto poder adquisitivo, más profundamente católica. Recibió la primera comunión en 1919 mientras estudiaba en el colegio de los jesuitas.
Estuvo marcado durante estos primeros años por una enfermedad de fiebres colibacilares, que interrumpió su estudio. Fue sanado milagrosamente por la intercesión de la Virgen María y en 1921 peregrinó con su familia al Santuario del Pilar, en Zaragoza, España y se consagró allí a nuestra Señora.
Por motivos de trabajo su padre es trasladado a Oviedo, donde continuó sus estudios en otro colegio jesuita. Al terminar sus estudios de bachillerato, ingresó en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, donde estudiaba y tenía una profunda vida de piedad. En 1930 conoce la Abadía Trapense de San Isidro de Dueñas, donde se siente profundamente cautivado por la belleza del lugar, el estilo de vida, de la Liturgia de las Horas, especialmente del rezo del Salve Regina después de Vísperas. En 1931 se asocia a la Acción Católica, se compromete con las Conferencias Vicentinas y en la Adoración Eucarística Nocturna.
Entre 1932 y 1933 hace el servicio militar, luego retoma los estudios de arquitectura. Ese mismo año, experimenta que el Señor lo llama a consagrarse totalmente a él en la Trapa. Es admitido oficialmente el 25 de noviembre de 1933. Hace oficialmente su ingreso como postulante el 16 de enero de 1934.
Este joven se adapta perfectamente a la vida trapense. Esta orden vive la Regla de San Benito de una forma radicalmente austera. Aun así, la dieta en la orden hace que se le detecte una diabetes fulminante. Ha bajado veinticuatro kilos en ocho días y quedado casi ciego. Es regresado a su casa para poder curarse.
En su casa regresa a su vida habitual, tenía un gran pesar por ello debido a su profundo amor por el silencio, la oración y el recogimiento. Escribe: "Creía que tenía que hacer una Trapa en mi casa… Qué equivocado estaba… en el recogimiento externo, me buscaba a mí mismo".
Recuperada la salud, regresa a la Trapa el 11 de enero de 1936. Debido a la imposibilidad que tiene, por su delicado estado, de cumplir la regla en su totalidad, es aceptado como oblato, que quiere decir que no profesará los votos monásticos de forma pública y solemne. Es alojado en la enfermería para ser cuidado mejor.
Ese mismo año estalla en España la Guerra Civil. Muchos monjes son reclutados para el ejército, Rafael es declarado inútil para el servicio. Es refugiado con su familia en un pequeño pueblo castellano. Regresa a la Trapa el 6 de diciembre de 1936. A los pocos meses, una vez más vuelve a su casa. Allí otra vez los placeres de la vida lo engullen, pero en su corazón sigue sintiendo el llamado de Jesús a regresar a la Trapa. Escribe: " El Señor me pone muy a prueba con esta enfermedad, que me obliga a idas y venidas sin tener un lugar donde detenerme, unas veces en el mundo y otras en el monasterio; es algo que hay que conocer por sí mismo para entenderlo".
Por última vez regresa a la Trapa el 15 de diciembre de 1937. En la Cuaresma de 1938 el abad le anuncia que le entregará la coagulla monacal y el escapulario negro (símbolos externos de la profesión monástica, él solamente usaba el hábito con escapulario blanco como los novicios). Estaba totalmente feliz, pero escribe que: "He visto con claridad que, en mí, se trata de vanidad". Pasa largas horas en adoración a Jesús en la Eucaristía. Se le hacen pequeños encargos en la comunidad: pelar papas, hacer planos y dibujos, trabajos en la chocolatería o el estudio del latín. En este período escribe: "Queridísimo Jesús, mi Dios –escribe el 13 de abril–; estoy viendo, Señor, que no hago nada para servirte. Tengo miedo de perder el tiempo… ¿Cuándo empezaré, Jesús mío, a servirte de veras?… Me siento inútil y enfermo". Recibe el domingo de Pascua de 1937 el escapulario negro y la coagulla.
Desde el 23 de abril empieza a tener crisis de delirio e intensos dolores, los pasa en su cama. Muere solo, en la enfermería de la Abadía, el 26 de abril de 1938 a los 27 años.
Su fama de santidad se extendió fuera de los muros de la Abadía Trapense. Sus escritos espirituales se difundieron y tuvieron gran aceptación por muchos fieles. Su vida mística pero cotidiana resulta muy profunda y accesible a los cristianos de hoy.
Fue beatificado por san Juan Pablo II el 27 de septiembre de 1992 y canonizado por el papa Benedicto XVI el 11 de octubre de 2009.
Benedicto XVI en la Homilía de su Canonización
"A la figura del joven que presenta a Jesús sus deseos de ser algo más que un buen cumplidor de los deberes que impone la ley, volviendo al Evangelio de hoy, hace de contraluz el hermano Rafael, hoy canonizado, fallecido a los veintisiete años como Oblato en la trapa de San Isidro de Dueñas. También él era de familia acomodada y, como él mismo dice, de "alma un poco soñadora", pero cuyos sueños no se desvanecen ante el apego a los bienes materiales y a otras metas que la vida del mundo propone a veces con gran insistencia. Él dijo sí a la propuesta de seguir a Jesús, de manera inmediata y decidida, sin límites ni condiciones. De este modo inició un camino que, desde aquel momento en que se dio cuenta en el monasterio de que "no sabía rezar", le llevó en pocos años a las cumbres de la vida espiritual, que él relata con gran llaneza y naturalidad en numerosos escritos. El hermano Rafael, aún cercano a nosotros, nos sigue ofreciendo con su ejemplo y sus obras un recorrido atractivo, especialmente para los jóvenes que no se conforman con poco, sino que aspiran a la plena verdad, a la más indecible alegría, que se alcanzan por el amor de Dios. "Vida de amor... He aquí la única razón de vivir", dice el nuevo santo. E insiste: "Del amor de Dios sale todo". Que el Señor escuche benigno una de las últimas plegarias de san Rafael Arnáiz, cuando le entregaba toda su vida, suplicando: "Tómame a mí y date tú al mundo". Que se dé para reanimar la vida interior de los cristianos de hoy. Que se dé para que sus hermanos de la trapa y los centros monásticos sigan siendo ese faro que hace descubrir el íntimo anhelo de Dios que él ha puesto en cada corazón humano".
Diario espiritual del Hermano Rafael Arnáiz "Dios y mi alma"
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