Hoy, martes 1º de marzo, martes previo al Miércoles de Ceniza, la Iglesia celebra la fiesta de la Santa Faz de Jesús. Esta fiesta fue pedida por Jesús a la beata Madre Pierina de Micheli. Aquí les dejamos una breve reseña de la historia y mensajes de la devoción al Rostro del Señor.
Revelaciones a Sor María de San Pedro
El Señor le reveló a sor María de San Pedro, una monja del Carmelo de Tours, una serie de pedidos y mensajes referidos a la reparación a su Santa Faz y a la reparación por la profanación de su Santo Nombre por las blasfemias y por todos los que no santificaban el Domingo, día del Señor. Es llamativo que dichos mensajes son contemporáneos a la aparición de Nuestra Señora en La Salette, donde la Virgen llora por la profanación del día del Señor.
El 11 de octubre de 1845 Jesús le dice a Sor María: “Busco Verónicas para consolar y venerar mi Divina Faz, que tiene pocos adoradores” y le dictó la siguiente oración: “Padre Eterno, te ofrezco la Adorable Faz de tu Amado Hijo Jesús por el honor y la gloria de tu nombre, para la conversión de los pecadores y la salvación de los moribundos”.
Otros mensajes fueron:
“Con la piedra preciosa de mi santa Humanidad, que es mi rostro adorable, ustedes obtendrán el Reino de los Cielos cuando quieran” (22/10/1845)
“Si ustedes supieran qué agradable es a mi Padre la contemplación de mi Rostro”.
“Esta Faz ultrajada aparecerá un día gloriosa y sus enemigos serán aniquilados para siempre. los demonios serán lanzados a las tinieblas y la Santa Faz reinará sobre la Tierra”
“El Tesoro de mi Divino Rostro en sí mismo posee un valor tan extraordinario que por
medio de Él todos los asuntos de mi Casa se arreglan rápidamente”
“Los pecadores son arrebatados de este mundo y son arrojados en el infierno como el polvo que es arrastrado por la furia de un tornado. ¡Tengan piedad de sus hermanos y oren por ellos!”
También a sor María le reveló el peligro del comunismo para la sociedad y la Iglesia, vale decir que en estos tiempos las ideas comunistas eran más bien desconocidas, el nefasto “manifiesto comunista” de Marx, donde se agruparán estas ideologías recién vio la luz en 1848.
Fue en 1843 que Jesús le dijo: “Quien contempla mi Rostro, me consuela”. También reveló la “flecha de oro”; una oración de reparación y amor al Padre por medio de Jesús. Esta oración es para reparar las blasfemias y le dice "flecha de oro" porque traspasa el Corazón de Jesús con tanto amor que repara todo. Esta es la oración:
“Que el más santo, más sagrado, más adorable, más incomprensible e inefable Nombre de Dios sea por siempre alabado, bendecido, amado, adorado y glorificado, en el Cielo, en la tierra y bajo la tierra, por todas las criaturas de Dios y por el Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo en el Santísimo Sacramento del Altar. Amén”
Jesús le reveló una serie de promesas a quienes contemplaran, repararan y consolaran su Santa Faz, llena de dolor y agravios por los pecados del mundo entero. Las promesas son las siguientes:
1. Al ofrecer Mi Rostro a Mi Padre Eterno, nada será negado y se obtendrá la conversión de muchos pecadores.
2. Por Mi Divino Rostro se harán milagros, se aplacará la ira de Dios y atraerá del Cielo Misericordia sobre los pecadores.
3. Todos aquellos que honren Mi Divino Rostro en espíritu de reparación, realizarán, al hacerlo, el oficio de la piadosa Verónica.
4. Con el mismo cuidado que tengan en hacer reparación a Mi Rostro, desfigurado por las blasfemias, cuidaré de sus almas que han sido desfiguradas por el pecado.
5. Volveré Mi Rostro, es el Sello de la Divinidad que tiene la virtud de reproducir en las almas la Imagen de Dios.
6. Quienes defiendan Mi Causa en la Obra de Reparación, por medio de palabras, oraciones o escritos, especialmente Mis Sacerdotes, Yo los defenderé ante Mi Padre y les daré Mi Reino.
7. Así como en un reino puedes procurar todo lo que deseas a través de una moneda grabada con la efigie del rey, en el Reino de los Cielos obtendrás todo lo que desees con la moneda preciosa de Mi Divino Rostro.
8. Quienes contemplen en la Tierra las Heridas de Mi Rostro, en el Cielo lo contemplarán radiante de
gloria.
9. Recibirán en sus almas una irradiación brillante y constante de Mi Divinidad, que por su semejanza
10. Mi Rostro los hará brillar en el Cielo con particular esplendor
Por mucho tiempo, el Obispo de Tours prohibió la difusión de los mensajes y revelaciones que recibió sor María de San Pedro. Pero aun así, un hombre santo llamado Leo Dupont mantuvo encendida la llama de la devoción a la Santa Faz. En su propia casa entronizó una imagen del Rostro de Jesús y encendió ante él una lámpara de aceite. Al tiempo, el lugar se convirtió en un centro de peregrinación de mucha gente y se fueron propagando las milagrosas curaciones que ocurrían a las personas que se ungían con el aceite de la lámpara, como así también muchas personas que rezaban ante la imagen de Cristo que acudían después a la confesión. Poco antes de la muerte de Dupont, el obispo fue cambiado y autorizó la difusión de las revelaciones de sor María de San Pedro. Una vez fallecido el señor Dupont, su casa se transformó en oratorio y allí se siguió venerando la imagen de la Santa Faz. Tanto los restos de Sor María de San Pedro como los de Leo Dupont se encuentran en la Capilla de la rue Ettiene, el oratorio de la casa del Sr. Dupont. En dicho oratorio se encontraba también la Cofradía de la Santa Faz. Fueron miembros de dicha cofradía los miembros de la familia de santa Teresita de Lisieux: san Luis Martin, su padre, ella misma y su hermana Celina. Teresita y Celina tomarán de apellido religioso "de la Santa Faz", por la devoción que le tenían.
Revelaciones a la beata Madre Pierina de Micheli
La beata Madre María Pierina de Micheli (1890-1945) fue una religiosa de la Congregación de las Hijas de la Inmaculada Concepción de Buenos Aires (fundada en Argentina por la venerable Madre Eufrasia Iaconis). Siendo aún pequeña, empezó a tener revelaciones por parte de Jesús. En una carta al papa Pío XII le escribía sobre la primera voz que sintió de Jesús: "Humildemente confieso que siento una gran devoción por el Divino Rostro de Jesús, devoción que me parece me la infundió el mismo Jesús. Tenía doce años y un Viernes Santo esperaba en mi Parroquia mi turno para besar el crucifijo, cuando una voz clara me dijo: '¿Nadie me da un beso de amor en el Rostro para reparar el beso de Judas?' En mi inocencia de niña, creí que todos habían escuchado la voz, y sentía pena al ver que la gente continuaba besando las llagas y ninguno pensaba en besarlo en el Rostro. Respondí: –Te doy yo, Jesús, el beso de amor, ten paciencia. Y llegado el momento, le estampé un fuerte beso en la cara con todo el ardor de mi corazón. Era feliz pensando que Jesús, ya contento, no tendría más esa pena. Desde aquel día, el primer beso al crucifijo era a su Divino Rostro y muchas veces los labios rehusaban separarse porque me sentía fuertemente retenida. Con el pasar de los años, crecía en mí esta devoción y me sentía intensamente atraída de varios modos y con múltiples gracias'.
Ya siendo religiosa, las revelaciones y mensajes por parte de Jesús y María continuaron. Relata también en su carta al Papa: "En la noche del Jueves al Viernes Santo de 1915, mientras rezaba ante el crucifijo en la Capilla de mi Noviciado, sentí que me decían: 'Bésame'.
Lo hice, y mis labios en vez de posarse sobre un rostro de yeso, sintieron el contacto con Jesús. ¿Qué pasó?, me es imposible decirlo. Cuando la Superiora me llamó era ya la mañana, sentía el corazón lleno de las penas y deseos de Jesús, deseaba reparar las ofensas que recibió su Santísimo Rostro en
la pasión y las que recibe en el Santísimo Sacramento.
En 1920, el 12 de abril me encontraba en Buenos Aires en la Casa Madre. Tenía una gran amargura en el corazón. Fui a la Iglesia y prorrumpí en llanto lamentándome con Jesús. Se me presentó con el Rostro ensangrentado y con una expresión de dolor tal que conmovería a cualquiera. Con una ternura que jamás olvidaré me dijo: 'Y yo ¿Qué he hecho?'. Comprendí... y a partir de ese día, el Divino Rostro se convirtió en mi libro de meditación, la puerta de entrada a su Corazón. Su mirada era todo para mí".
"De tanto en tanto, en los años siguientes, se me aparecía ya triste, ya ensangrentado, comunicándome sus penas y pidiéndome reparación y sufrimientos, llamándome a inmolarme ocultamente por la salvación de las almas. En 1936, comenzó a expresarme el deseo de que su Divino Rostro fuese más honrado.
En la adoración nocturna del primer viernes de cuaresma, después de haberme hecho partícipe de los dolores de su agonía espiritual en Getsemaní, con el Rostro velado por profunda tristeza me dice:
"Quiero que mi Rostro, que refleja las penas íntimas de mi interior, el dolor y el amor de mi corazón, sea más honrado. Quien me contempla me consuela".
Y el martes de pasión:
"Cada vez que se contemple mi Rostro, inundaré de amor los corazones. Por medio de mi Santo Rostro, obtendré la salvación de muchas almas".
El primer martes del año 1937, mientras rezaba en mi pequeña Capilla, luego de haberme instruido sobre la devoción a su Divino Rostro, dijo:
"Pudiera ser que algunas almas temiesen que la devoción y culto a mi Divino Rostro disminuya el culto a mi Corazón; diles que lo acrecentará, que será un complemento. Contemplando mi Rostro serán partícipes de mis penas y sentirán la necesidad de amar y reparar, ¿no es ésta la verdadera devoción a mi Corazón?"
"Estas manifestaciones de parte de Jesús se hacían más urgentes. Yo le decía todo al Padre Jesuita que era entonces mi Director espiritual y en la obediencia, en la oración, en el sacrificio, me ofrecí a sufrir en el escondimiento para que se cumpliera la Divina Voluntad.
El 31 de mayo de 1938, mientras oraba en la Capilla del Noviciado, se me presentó una hermosa señora: tenía en la mano un escapulario formado por dos pequeños trozos de franela blanca unidos por un cordón. Uno tenía la imagen del Divino Rostro; el otro, una hostia rodeada de rayos. Se acercó a mi lado y me dijo: "Escucha bien y comunica todo exactamente al Padre. Este escapulario es un arma de defensa, un escudo de fortaleza, una prenda de amor y de misericordia que Jesús quiere dar al mundo en estos tiempos de sensualidad y de odio contra Dios y la Iglesia. Se tienden redes diabó1icas para arrancar la fe de los corazones, el mal se expande y los verdaderos apóstoles son pocos, es necesario un remedio divino y este remedio es el Santo Rostro de Jesús. Todos los que lleven un escapulario como éste y hagan, pudiendo hacerlo, cada martes una visita al Santísimo Sacramento para reparar los ultrajes que recibió el Santo Rostro durante su pasión y recibe cada día en el Sacramento de la Eucaristía, se verán fortificados en la fe, prontos a defenderla y a superar todas las dificultades internas y externas, y además tendrán una muerte serena bajo la amable mirada de mi Divino Hijo".
"El mandato de la Virgen se hacía sentir fuertemente en mi corazón, pero no entraba en mis posibilidades su realización. Mientras tanto, el Padre trabajaba para difundir esta devoción en almas piadosas que luego, a su vez, se comprometiesen con el mismo fin.
El 21 de noviembre de aquel mismo año 1938, en la adoración nocturna se me presentó Jesús con el Rostro sangrando y como exhausto de fuerzas: "¿Ves cómo sufro, –me dijo–, y sin embargo poquísimos me comprenden; cuánta ingratitud aun de parte de aquellos que dicen amarme. He dado mi Corazón como objeto sensible de mi gran amor por los hombres y mi Rostro lo doy como objeto sensible de mi dolor por los pecados de los hombres y deseo que sea honrado con una
fiesta particular el martes previo al Miércoles de Ceniza, fiesta precedida por una novena en la cual todos los fieles unidos en la participación de mi dolor, reparen conmigo".
El martes de quincuagésima de 1939 se festejó por primera vez en nuestra Capilla, en privado, la fiesta del Divino Rostro precedida por una novena de oración y penitencia. El mismo Padre de la Compañía de Jesús bendijo el cuadro y dio una plática sobre el Divino Rostro, y se comenzó a difundir más la devoción, de modo particular en el día martes según el deseo de Nuestro Señor.
Entonces se sintió la necesidad de hacer acuñar una medalla, copia del escapulario presentado por la Virgen. El permiso fue dado con sumo gusto, pero faltaban los medios.
Un día, movida por un impulso interno, dije al Padre Jesuita: "Si realmente la Virgen quiere esto, la Providencia pensará". El Padre me contestó decididamente: "Sí, sí, hágalo nomás".
Escribí al fotógrafo Bruner pidiendo la autorización para usar la imagen que él había reproducido, y la obtuve. Presenté en la Curia de Milán la solicitud para obtener el permiso correspondiente, el cual me fue concedido el 9 de agosto de 1940. Encargué el trabajo a la firma Johnson; este trabajo demoró mucho tiempo porque Bruner quería verificar todas las pruebas.
Pocos días antes de la entrega de la medalla, sobre la mesa de luz de mi habitación hallé un sobre, lo abrí y encontré 11.200 liras. La cuenta, efectivamente, ascendía a aquella suma.
Todas las medallas fueron distribuidas gratuitamente, y esta providencia se repitió varias veces para otras órdenes de acuñación, y la medalla se difundía obrando gracias señaladas.
Transferida a Roma, y siendo nueva en el lugar, sin conocer a nadie, encontré providencialmente en momentos de gran necesidad, al Rdo. Padre General de los Benedectinos Silvestrinos, verdadero apóstol del Divino Rostro, el cual me atiende hasta hoy espiritualmente y por cuyo medio esta devoción se difunde cada vez más.
El enemigo está rabioso por esto y ha molestado y molesta de diversas formas. Muchas veces, durante la noche, ha arrojado al suelo las medallas en los pasillos y por las escaleras, ha destrozado imágenes pisoteando y amenazando. Un día del mes de febrero de este año [1943], el 7, dirigiéndome a la Virgen le dije: "Mira, estoy apenada porque tú me mostraste un escapulario y tus promesas
son para quienes llevan el escapulario, no la medalla".
Y Ella me contestó: "Quédate tranquila, hija mía, que la medalla suple al escapulario con las mismas promesas y gracias, solamente es necesario difundirla más. Ahora deseo la fiesta del Rostro de mi Divino Hijo. Dile al Papa que la deseo ardientemente". Me bendijo y me dejó el Paraíso en el corazón.
La medalla de la Santa Faz recuerda las palabras de Jesús a sor María de San Pedro, cuando en una de las promesas le dice: “Así como en un reino puedes procurar todo lo que deseas a través de una moneda grabada con la efigie del rey, en el Reino de los Cielos obtendrás todo lo que desees con la moneda preciosa de Mi Divino Rostro”.
Revelaciones privadas actuales sobre la Santa Faz
En nuestros días existen una serie de revelaciones privadas en las que Jesús nos sigue pidiendo que reparemos y contemplemos su Rostro. El llamado que nos hace es que volvamos nuestra mirada a Él, que volvamos a mirarlo y a reparar por tantos pecados, ofensas, olvidos, ingratitudes, indiferencias y sacrilegios que recibe en la Eucaristía. Pide también que cada uno se consagre a su Rostro y a su Corazón Eucarístico. Promete, también, que si nosotros hacemos esta reparación Él mismo estampará su Rostro en nuestras almas como lo hizo en el velo de la Verónica.