“Queridos hijos, por voluntad de mi Hijo y con amor maternal, vengo a vosotros que pensáis en mi, que me invocáis y, de manera particular, por aquellos que no han conocido el amor de mi Hijo.
¿Tenéis corazones puros y abiertos? ¿Veis los dones, los signos de mi presencia y de mi amor?
Hijos míos, en esta vida terrena proceded siguiendo mi ejemplo.
Mi vida ha sido dolor, silencio, una inmensa fe y confianza en el Padre Celestial.
Nada sucede por casualidad, ni dolor ni alegría, ni sufrimiento ni amor.
Todas estas cosas son las gracias que mi Hijo os da y que os guían a la vida eterna.
Mi Hijo os pide el amor y la oración en Él. Lo que significa amar y orar en Él, yo como Madre os lo enseñaré. Orad en el silencio de vuestra alma y no solo recitando con los labios. Este es el más pequeño y hermoso gesto que podéis realizar en nombre de mi Hijo. Esto es paciencia, misericordia, aceptación del dolor y sacrificio realizado por los otros.
Hijos míos, mi Hijo os mira. Orad para poder ver también vosotros su Rostro, para que pueda mostrarse a vosotros. Hijos míos, yo os revelo la única verdad real; orad para poder comprenderla y para poder difundir el amor y la esperanza; para poder ser apóstoles de mi amor.
De manera particular mi Corazón materno ama a los pastores; orad por sus manos bendecidas.
Os doy las gracias”.
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