"Queridos hijos, el Espíritu Santo, por el Padre Celestial, me ha hecho Madre, la Madre de Jesús y con esto, también la Madre de ustedes. Por eso vengo para escucharlos, para abrirles mis brazos maternos, para darles mi Corazón y para invitarlos a permanecer conmigo. Porque desde lo alto de la
Cruz mi Hijo los ha confiado a mí. Pero lamentablemente, muchos hijos míos no han conocido el amor de mi Hijo y muchos no desean conocerlo. ¡Oh hijos míos!, qué mal hacen aquellos que, para poder creer necesitan ver o razonar. Por eso hijos míos, apóstoles míos, en el silencio de su corazón, escuchen la voz de mi Hijo, para que el corazón de ustedes sea Su morada, para que no sea un corazón oscuro ni triste, sino iluminado por la luz de mi Hijo. Con la fe busquen la esperanza, porque la fe es la vida del alma. Nuevamente los invito: oren. Oren para poder vivir la fe en humildad, en la paz del alma e iluminados por la luz. Hijos míos, no se esfuercen en comprender todo de una vez, porque tampoco yo comprendía todo, sin embargo, he amado y he creído en las palabras divinas que mi Hijo decía, Él, que ha sido la primera luz y el origen de la redención. Apóstoles de mi amor, ustedes que oran, que se sacrifican, ustedes que aman y no juzgan, vayan y difundan la verdad: las palabras de mi Hijo, el Evangelio, porque ustedes son el evangelio vivo, ustedes son los rayos de la luz de mi Hijo. Mi Hijo y yo estaremos a su lado, los alentaremos y los pondremos a prueba. Hijos míos, pidan siempre la bendición de aquellos, y solo de aquellos, cuyas manos ha bendecido mi Hijo, de sus pastores. ¡Les doy las gracias!”.
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