El 14 de septiembre, la Iglesia celebra la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Esta fecha es en
recuerdo de la recuperación de la Cruz original donde murió Nuestro Salvador Jesucristo. Este hecho ocurrió en el 614, cuando el emperador Heraclio rescató esta sagrada reliquia de manos de los persas quienes la robaron de Jerusalén. Cuando la misma llegó a la Ciudad Santa, el emperador quiso acompañarla en la procesión solemne, vestido con sus atributos reales llenos de oro, piedras preciosas y demás atavíos. De pronto sintió que no podía avanzar, entonces el Obispo de Jerusalén le dijo: "Todo ese lujo que lleva son contrarios a la humildad, dolor y pobreza de Cristo cuando cargó la Cruz". El emperador decidió entonces despojarse del lujo y de su corona y así pudo seguir la procesión.En este día meditemos, entonces con las palabras de Jesús en el Evangelio y un pequeño texto de san Luis María Grignón de Montfort en la "Carta a los Amigos de la Cruz" (que podrán leer completo en pdf haciendo click aquí).
(Mateo 16, 24-27)
"¡Sí, con su propia cruz! No con la del vecino. Que ese hombre, esa mujer excepcional, que toda la tierra no alcanza a pagar (ver Prov 31,10), tome con alegría, abrace con entusiasmo y lleve en sus hombros con valentía su propia cruz y no la de los demás: la cruz, que mi sabiduría le fabricó con número, peso y medida (Ver Sab 11,20); la cruz, cuyas dimensiones -espesor, longitud, anchura y profundidad- (Ver Ef 3,18) tracé con mi propia mano con perfección extraordinaria; la cruz, que le he labrado con un trozo de la que llevé al Calvario, como fruto del amor infinito que le tengo; la cruz, que es el mejor regalo que puedo hacer a mis elegidos en este mundo; la cruz, constituida en cuanto a su espesor, por la pérdida de sus bienes, las humillaciones, menosprecios, dolores, enfermedades y penalidades espirituales, que -por permiso mío- les sobrevendrán día tras día hasta la muerte; la cruz, constituida en cuanto a su longitud, por una serie de meses o días en que se verán abrumados de calumnias, postrados en un lecho, reducidos a mendicidad, víctimas de tentaciones, abandonos y otras congojas interiores; la cruz, conformada en cuanto a su anchura, por el trato más duro y amargo de parte de sus amigos, servidores o familiares; la cruz, conformada, por último, en cuanto a su profundidad, por las penas más ocultas con que les atormentaré, sin que logren hallar consuelo en las criaturas, las cuales, por orden mía, les volverán la espalda y se unirán a mí para hacerles sufrir.
¡Que cargue con su cruz! Que no la lleve arrastrando, ni la rechace, ni la recorte, ni la esconda. En otras palabras: que la lleve en alto, sin impaciencia, sin quejas ni críticas voluntarias, sin medias tintas ni componendas, sin avergonzarse ni ceder al respeto humano. Que la estampe sobre su frente, diciendo con san Pablo: "Dios me libre de gloriarme más que en la cruz de nuestro Señor Jesucristo" (Gál 6,14), mi Maestro. Que la lleve a cuestas, a ejemplo de Jesucristo, para que sea el arma de sus conquistas y el cetro de su imperio (Ver Is 9,6.7). Por último, que la enarbole en su corazón por amor, para que se convierta en zarza encendida que arda sin consumirse noche y día en el amor puro de Dios (Ver Ex 3,2). Que cargue con su cruz, porque nada es: tan necesario; tan útil; tan dulce; ni tan glorioso, como padecer por Jesucristo (Ver Hech 5,41)".
de la Carta a los Amigos de la Cruz, de san Luis María Grignón de Montfort.
"¡Fuera de la Cruz de Cristo no hay otra escalera para subir al Cielo!"
(Santa Rosa de Lima)
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