Ante los sacrilegios y blasfemias que estamos viendo en el mundo (Chile, Estados Unidos, México, entre otros), el Señor y la Santísima Virgen María nos están llamando a reparar y consolar sus Corazones a través de oraciones y sacrificios, a amar y reparar por los que odian y destruyen. Todos estos hechos graves y dolorosos no son actos aislados, ya que vemos que se multiplican en tantos lugares, en ciudades, países y continentes distintos. El demonio en estos tiempos, dijo la Virgen en Medjugorje, está sin cadenas. ¡Respondamos al mal con el bien!
Recordemos los mensajes que dio el Ángel de la Eucaristía en Fátima en 1916 sobre la reparación y consolación a Jesús Eucaristía. Aquí les dejamos los textos con el relato hecho por la Hna. Lucía de Fátima, la mayor de las videntes y al final la coronilla de reparación con las oraciones de Fátima.
Primera aparición del Ángel
Fue en la primavera de 1916 que se apareció el ángel por primera vez en la cueva "Loca de Cabeco". Subimos con el ganado al cerro arriba en busca de abrigo, y después de haber tomado nuestro bocadillo y dicho nuestras oraciones, vimos a cierta distancia, sobre la cúspide de los árboles, dirigiéndose hacia el saliente, una luz mas blanca que la nieve, distinguiéndose la forma de un joven trasparente y mas brillante que el cristal traspasado por los rayos del sol.
Al acercarse mas pudimos discernir y distinguir los rasgos. Estábamos sorprendidos y asombrados: Al llegar junto a nosotros dijo: "No teman. Soy el Ángel de la Paz. ¡Oren conmigo!" Y arrodillado en tierra inclinó la frente hasta el suelo. Lo imitamos llevados por un movimiento sobrenatural y repetimos las palabras que oímos decir:
"Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman". Después de repetir esto tres veces se levantó y dijo:
"Oren así. Los Corazones de Jesús y María están atentos a la voz de sus suplicas". Y desapareció....
Tan intima e intensa era la conciencia de la presencia de Dios, que ni siquiera intentamos hablar el uno con el otro, permanecimos en la posición en que el Ángel nos había dejado y repitiendo siempre la misma oración. No decíamos nada de esta aparición, ni recomendamos tampoco el uno al otro guardar el secreto. La misma aparición parecía imponernos silencio.
Segunda aparición del Ángel
Ocurrió a mediados del verano, cuando llevábamos los rebaños a casa hacia mediodía para regresar por la tarde. Estábamos a la sombra de los árboles que rodeaban el pozo de la quinta Arneiro. De pronto vimos al mismo Ángel junto a nosotros:
"¿Qué están haciendo? ¡Recen! ¡Recen mucho! Los Corazones de Jesús y de María tienen designios de misericordia sobre ustedes. Ofrezcan constantemente oraciones y sacrificios al Altísimo!"
"¿Cómo hemos de sacrificarnos?", pregunté. "De todo lo que puedan, ofrezcan un sacrificio como acto de reparación por los pecados cuales El es ofendido, y de suplica por la conversión de los pecadores. Atraigan así la paz sobre su patria. Yo soy el Ángel de su guardia, el Ángel de Portugal. Sobre todo, acepten y soporten con sumisión el sufrimiento que el Señor les envíe".
Estas palabras hicieron una profunda impresión en nuestros espíritus como una luz que nos hacía comprender quien es Dios, como nos ama y desea ser amado, el valor del sacrificio, cuanto le agrada y como concede en atención a esto la gracia de conversión a los pecadores. Por esta razón, desde ese momento, comenzamos a ofrecer al Señor cuanto nos mortificaba, repitiendo siempre la oración que el Ángel nos enseñó.
Tercera aparición del Ángel
Fue en octubre o a fines de septiembre, pasamos un día desde Pregueira a la cueva Loca de Cabeco, caminando alrededor del cerro al lado que mira a Aljustrel y Casa Velha. Allí decíamos nuestro rosario y la oración que el Ángel nos enseño en la primera aparición.
Estando allí apareció por tercera vez, teniendo en sus manos un Cáliz, sobre el cual estaba suspendida una Hostia, de la cual caían gotas de sangre al Cáliz. Dejando el Cáliz y la Hostia suspensos en el aire, se postró en tierra y repitió tres veces esta oración:
"Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro profundamente y te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que El mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Sagrado Corazón y del Corazón Inmaculado de María te pido la conversión de los pobres pecadores".
Después levantándose tomó de nuevo en la mano el Cáliz y la Hostia. Me dio la Hostia a mi y el contenido del Cáliz lo dio a beber a Jacinta y Francisco, diciendo al mismo tiempo: "Tomen el Cuerpo y beban la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparen sus crímenes y consuelen a nuestro Dios" De nuevo se postró en tierra y repitió con nosotros hasta por tres veces la misma oración: Santísima Trinidad... y desapareció.
Durante los días siguientes nuestras acciones estaban impulsadas por este poder sobrenatural. Por dentro sentimos una gran paz y alegría que dejaban al alma completamente sumergida en Dios. También era grande el agotamiento físico que nos sobrevino.
No se por qué las apariciones de Nuestra Señora producían efectos bien diferentes. La misma alegría íntima, la misma paz y felicidad, pero en vez de ese abatimiento físico, mas bien una cierta agilidad expansiva; en vez de ese aniquilamiento en la divina presencia, un exultar de alegría; en vez de esa dificultad en hablar, un cierto entusiasmo comunicativo".
Cómo rezar la Coronilla de Reparación