El 13 de octubre de 1917 finalizaron las apariciones de la Virgen María en Fátima. En ese día tuvo lugar el conocido "Milagro del Sol", visto por millones de testigos, el cual había sido profetizado por la misma Virgen en una aparición anterior y fue una prueba de la autenticidad de las mismas.
El relato de esta última aparición, tomado del libro "Memorias de la Hermana Lucía", es el siguiente:
"Día 13 de octubre de 1917. – Salimos de casa bastante temprano, contando con las demoras del camino. El pueblo estaba en masa. Caía una lluvia torrencial. Mi madre, temiendo
que fuese el último día de mi vida, con el corazón partido por la incertidumbre de lo que iba a suceder, quiso acompañarme. Por el camino se sucedían las escenas del mes pasado, más numerosas y conmovedoras.
Ni el barro de los caminos impedía a esa gente arrodillarse en la actitud más humilde y suplicante. Llegados a Cova de Iria, junto a la carrasca, transportada por un movimiento
interior, pedí al pueblo que cerrase los paraguas para rezar el Rosario. Poco después, vimos el reflejo de la luz y, seguidamente, a Nuestra Señora sobre la encina.
interior, pedí al pueblo que cerrase los paraguas para rezar el Rosario. Poco después, vimos el reflejo de la luz y, seguidamente, a Nuestra Señora sobre la encina.
– ¿Qué es lo que quiere usted de mí?
– Quiero decirte que hagan aquí una capilla en mi honra; que soy la Señora del Rosario; que continúen rezando el Rosario todos los días. La guerra va a acabar y los soldados volverán con brevedad a sus casas.
– Tenía muchas cosas que pedirle: si curaba a algunos enfermos y si convertía a algunos pecadores; etc...
– Unos, sí; a otros no. Es preciso que se enmienden; que pidan perdón por sus pecados.
Y tomando un aspecto más triste:
– No ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido.
Y, abriendo sus manos, las hizo reflejarse en el sol. Y, mientras se elevaba, continuaba el reflejo de su propia luz proyectándose en el sol.
He aquí, Exmo. Señor Obispo, el motivo por el cual exclamé que mirasen al sol. Mi fin no era llamar la atención de la gente hacia él, pues ni siquiera me daba cuenta de su presencia. Lo hice sólo llevada por un movimiento interior que me impulsaba a ello.
Desaparecida Nuestra Señora en la inmensa lejanía del firmamento, vimos al lado del sol, a San José con el Niño y a Nuestra Señora vestida de blanco, con un manto azul. San José con el Niño parecían bendecir al Mundo, con unos gestos que hacían con la mano en forma de cruz.
Poco después desvanecida esta aparición, vimos a Nuestro Señor y a Nuestra Señora, que me daba idea de ser Nuestra Señora de los Dolores. Nuestro Señor parecía bendecir el Mundo de la misma forma que San José. Al desvanecerse esta aparición me pareció ver todavía a Nuestra Señora en forma parecida a Nuestra Señora del Carmen".
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