19 de agosto de 2020

María Reina

 El próximo 22 de agosto, la Iglesia celebra la fiesta de María Reina. El papa Emérito Benedicto XVI nos explica el significado de esta celebración:

"María es Reina porque fue asociada a su Hijo de un modo único, tanto en el camino terreno como en la gloria del cielo. El gran santo de Siria, Efrén el siro, afirma, sobre la realeza de María, que deriva de su maternidad: ella es Madre del Señor, del Rey de los reyes (cf. Is 9, 1-6) y nos señala a Jesús como vida, salvación y esperanza nuestra. Pablo VI recordaba en su exhortación apostólica Marialis cultus: «En la Virgen María todo se halla referido a Cristo y todo depende de él: con vistas a él, Dios Padre la eligió desde toda la eternidad como Madre toda santa y la adornó con dones del Espíritu Santo que no fueron concedidos a ningún otro» (n. 25).

 ¿Cómo ejerce María esta realeza de servicio y de amor? Velando sobre nosotros, sus hijos: los hijos que se dirigen a ella en la oración, para agradecerle o para pedir su protección maternal y su ayuda celestial tal vez después de haber perdido el camino, oprimidos por el dolor o la angustia por las tristes y complicadas vicisitudes de la vida. En la serenidad o en la oscuridad de la existencia, nos dirigimos a María confiando en su continua intercesión, para que nos obtenga de su Hijo todas las gracias y la misericordia necesarias para nuestro peregrinar a lo largo de los caminos del mundo. Por medio de la Virgen María, nos dirigimos con confianza a Aquel que gobierna el mundo y que tiene en su mano el destino del universo. Ella, desde hace siglos, es invocada como celestial Reina de los cielos; ocho veces, después de la oración del santo Rosario, es implorada en las letanías lauretanas como Reina de los ángeles, de los patriarcas, de los profetas, de los Apóstoles, de los mártires, de los confesores, de las vírgenes, de todos los santos y de las familias. El ritmo de estas antiguas invocaciones, y las oraciones cotidianas como la Salve Regina, nos ayudan a comprender que la Virgen santísima, como Madre nuestra al lado de su Hijo Jesús en la gloria del cielo, está siempre con nosotros en el desarrollo cotidiano de nuestra vida" (Audiencia General, 22 de agosto 2012).

Invoquemos, entonces, a María como nuestra Reina, rezándole el Salve Regina. Pidamos por todos los que en estos momentos están sufriendo, por la Iglesia en agonía, por el mundo entero, para que renovemos la esperanza en la promesa de Dios: Él triunfará por sobre todas las cosas, y ese triunfo y reinado final vendrá primero por el triunfo del Inmaculado Corazón de María. ¡Esta es la esperanza cristiana!: Dios no nos deja solos, Él reinará y triunfará porque es más grande que todas las cosas y problemas de este mundo: por muy oscuro que veamos todo, los Corazones de Jesús y María reinarán, triunfarán. ¡¡Confiemos, esperemos y vivamos en esta esperanza!! Invoquemos a María:

Virgen Reina de BradiBarth

Salve, Reina y Madre de misericordia,

vida, dulzura, esperanza nuestra, Dios te salve.

A ti clamamos los desterrados hijos de Eva,

a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.

¡Ea!, pues, Señora y Abogada nuestra,

vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos

y después de este destierro,

muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre,

oh Clementísima, oh Piadosa, oh Dulce Virgen María.

Ruega por nosotros, santa Madre de Dios,

para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.

Amén.




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