El 22 de agosto la Iglesia celebra la memoria de María Reina, para recordar este título de nuestra Señora, la más humilde de las criaturas que fue elegida para ser la Madre de Dios y que Dios mismo coronó como Reina y Señora de todo lo creado. La grandeza de María se halla en su pequeñez, sencillez y obediencia a la Voluntad del Padre.
Ella es Reina porque es Madre de Cristo, Rey Universal. Dios quiso asociar de modo particular a María al plan de Redención, por eso Ella está a la derecha de Jesucristo, intercediendo en favor del mundo entero por su salvación.
Recordemos también en este día la promesa que nuestra Señora hizo en sus apariciones de Fátima: "Al final mi Inmaculado Corazón triunfará", es decir, la victoria final de Cristo vendrá por el triunfo de María. Ella es la elegida por Dios para que Jesucristo viniera al mundo y es la elegida por Dios para que Cristo vuelva a encarnarse en nuestras almas.
Respondamos al llamado de María con nuestro si a su mensaje, en todas sus apariciones ella nos pide:
- Conversión del corazón
- Vida sacramental (confesión mensual y comunión frecuente)
- Adoración Eucarística
- Rezo diario del santo Rosario
- Lectura orante de la Palabra de Dios
- Consagración al Inmaculado Corazón de María
- Obras de misericordia corporales y espirituales
- Sacrificio, penitencia y reparación
Consagrémonos hoy al Corazón de María para ser sus apóstoles...
Consagración a la Inmaculada, escrita por san Maximiliano María Kolbe
Inmaculada, Reina del Cielo y de la Tierra, Refugio de los pecadores y Madre nuestra llena de amor, a quien Dios le confió la economía de la Misericordia. Yo, pecador indigno, me postro ante ti, suplicando que aceptes todo mi ser como cosa y posesión tuya.
A ti, Madre, ofrezco todas las dificultades de mi alma y mi cuerpo, toda la vida, muerte y eternidad. Dispón también, si lo deseas, de todo mi ser sin ninguna reserva para cumplir lo que de ti se ha dicho “Ella te aplastará la cabeza” (Génesis 3, 15) y también “tú has derrotado todas las herejías del mundo”. Haz que en tus manos purísimas y misericordiosas me convierta en un instrumento útil para introducir y aumentar tu gloria en tantas almas tibias e indiferentes, y de este modo, aumentar en cuanto sea posible el bienaventurado Reino del Sagrado Corazón de Jesús.
Donde Tú entras, Inmaculada, obtienes la gracia de la conversión y la santificación, ya que toda gracia que fluye del Corazón de Jesús para nosotros, nos llega a través de tus manos. Ayúdame a alabarte, oh Virgen Santa y dame fuerza contra tus enemigos. Amén.
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