Nació en Dardilly el 8 de mayo de 1786, en una familia de agricultores. Sus padres eran profundamente cristianos pero analfabetas. Los Vianney estaban siempre disponibles para ayudar a los necesitados, uno de ellos fue san Benito José Labré, el santo de los mendigos, que hizo una parada en su casa en medio de su peregrinación a Roma.
Juan María disfrutaba de la naturaleza, ayudaba a sus padres en el trabajo en el campo y tenía una gran devoción. A pesar de esto, en 1790 toda Francia era sacudida por la revolución. La persecución hacia la Iglesia provocó que los sacerdotes tuvieran que disfrazarse de civil y los sacramentos y la Santa Misa eran celebrados de forma clandestina. En este período, cuando Juan tiene 13 años, se confiesa por primera vez y recibe la primera comunión en su propia casa, en una celebración clandestina.
A los 17 años recibe la vocación sacerdotal. El período era favorable para la Iglesia gracias a la llegada al poder de Napoleón Bonaparte. El arzobispo de Lyon, que era tío de Napoleón, deseaba aumentar el número de sacerdotes, por lo que un sacerdote, el padre Balley, abre una escuela para formar a aquellos jóvenes que sentían el llamado. Con 20 años, Juan irá a dicha escuela. Allí muchos creyeron que era torpe y estúpido, pero eso no era así sino que tenía problemas para retener en su memoria las cosas que aprendía, especialmente sufría con el estudio del latín. En su desesperación es tentado de volver a su casa, pero el padre Balley convencido de la vocación del joven, le pidió que hiciera una peregrinación al santuario de San Francisco de Regis. Allí recibió el aliento para continuar los estudios.
La conquista de toda Europa por parte de Napoleón produjo que en su ejército hubiera una gran cantidad de bajas, por lo que tuvo que empezar a reclutar más jóvenes. Entre ellos, Juan y muchos de sus compañeros de clase. Fue reclutado a pesar de que sus padres hicieron todo lo posible para evitarlo. Se enfermó en las barracas de Lyon y esto hizo que perdiera a la compañía con la que debía ir a reclutarse. Sin quererlo, se convirtió en un desertor. Se ocultó por un tiempo hasta que en 1810 se le dio la amnistía a todos los desertores. Regresó a su casa y terminó sus estudios, al poco tiempo su madre muere.
El 28 de mayo de 1811 recibe la tonsura y fue enviado al Seminario Menor de Verriers, estudiando con mucha dificultad. Dos años más tarde entra en el Seminario Mayor de Lyon, donde estudiará junto a otros santos que le fueron contemporáneos san Marcelino Champagnat y Jean Claude Colin. A Juan le costaba sobre todo el estudio de latín y en el primer semestre se le pide que deje el seminario. Estaba dolorido y desalentado totalmente. Se empezó a plantear ser religioso, pero el padre Balley otra vez lo ayudó y lo ayudó con sus estudios en Ecculy, pero aún así no pasó el examen previo a la ordenación sacerdotal. Se le tomó un segundo examen en Ecculy y fue aprobado no por sus dotes académicas sino porque sus cualidades morales y espirituales eran altísimas.
Finalmente es ordenado sacerdote el 13 de agosto de 1815, con 29 años. Celebró su primera Misa en la Capilla del Seminario en Grenoble. Fue enviado a Ecculy, donde ayudaría a su maestro, el padre Balley, pero las autoridades deciden no darle la facultad de confesar. Gracias a otra intervención del padre Balley se le da el permiso y será él quien se confiese por primera vez con el neopresbítero. Unos años después, el padre Balley muere.
Es entonces cuando el padre Juan María Vianney es enviado al perdido pueblecito de Ars, en febrero de 1818. Las autoridades eclesiásticas pensaban que en dicho pueblo, perdido en medio de la nada y aislado del resto del mundo, la supuesta ignorancia del padre Vianney no causaría mucho daño. La iglesia de Ars estaba en ruinas, al igual que la casa parroquial. Pero la mayor ruina en dicho pueblo era espiritual. El padre Vianney fue a pie desde su iglesia de Ecculy hasta Ars, 38 kilómetros en total. Estando cerca del pueblecito dijo la siguiente frase profética: "La parroquia no será capaz de contener a las multitudes que vendrán hacia aquí".
Los habitantes de Ars no eran muy fervorosos, la mayoría se dejaba llevar por los vicios y placeres del mundo. Quedaba un pequeño, muy diminuto, resto fiel. Al establecerse en dicho pueblo, Juan María se dedicó a visitar casa por casa y a relacionarse con las personas. A su vez, rezaba e intensificaba sus penitencias por la conversión de su pueblo: comía poco, dormía en el suelo.
Restauró poco a poco su iglesia, comprando con sus ahorros el Altar e hizo algunos trabajos para embellecer el templo. También adquirió los lienzos de altar, los ornamentos sacerdotales y todo lo necesario para el culto.
En las celebraciones de la Misa predicaba a sus fieles luego de haber preparado con esmero y dedicación sus homilías, intentando retenerlas en su memoria, lo cual le costaba grandemente. Trabajó por la santificación del domingo, el cual era muy olvidado, no se observaba el descanso dominical y los habitantes de Ars trabajaban en los campos por la mañana.
Recordemos que en este tiempo tuvieron lugar las revelaciones de Jesús a la carmelita de Tours, sor María de San Pedro y la aparición de la Virgen en La Salette, donde nuestro Señor y María Santísima hicieron un llamado a la reparación por el olvido de la Santa Misa dominical y la profanación del día del Señor, invitando a todos los cristianos a observar los mandamientos de Dios.
Formó a los niños en el catecismo, adaptando sus horarios de trabajo en el campo para que pudieran participar de las clases y de la santa Misa. A los adultos les predicaba con vehemencia sobre los vicios, especialmente el del alcohol y las diversiones malsanas, gracias a la predicación del Cura de Ars la taberna del pueblo tuvo que cerrar por falta de clientes.
El pueblo quería mucho a su nuevo párroco, por eso a los dos años de su llegada al enterarse de que el padre Vianney sería enviado a Salles, se opusieron a dicha decisión. Se pidió a la diócesis que creara la parroquia de Ars y que Juan María Vianney fuera su párroco. La iglesia fue embellecida y se agregaron imágenes de santos, un nuevo Altar dedicado a la Virgen, entre otras mejoras.
Para combatir la ignorancia, abrió una escuela para niñas y desde 1827 solo recibió niñas destituídas. La Divina Providencia se encargó de que nunca les faltara lo necesario.
Durante su vida, el santo Cura fue atacado constantemente por el demonio, de forma física. Desde 1824 lo golpeaba, sacudía, provocaba gritos y estruendos espantosos.
Las multitudes empezaron a afluir desde 1827 al pequeño pueblo de Ars, con el fin de conocer al famoso párroco que había cambiado la vida de su parroquia. Pasaba cerca de 12 horas en el confesionario después de celebrar la Santa Misa por la mañana. Los fieles acudían de a cientos. En 1845 llegaron a ser 400 visitantes y al final de su vida casi 120 mil personas.
El padre Vianney recibió varios dones místicos, como leer las conciencias de sus penitentes, profetizar hechos que sucederían en el futuro, entre otros, que siempre utilizaba para el bien de las almas y su santificación.
El 1º de mayo de 1836, consagra su parroquia al Inmaculado Corazón de María. Cuando el 3 de diciembre de 1836 el padre Charles Desgenettes recibió de la Virgen el mensaje de consagrar su parroquia al Santísimo e Inmaculado Corazón de María y luego formó la Cofradía, san Juan María Vianney pidió al padre Desgenettes en 1845 que toda la parroquia de Ars sea inscripta en ella.
Gracias a la beata Paulina Jaricot, una joven laica fundadora del Rosario viviente y la Pontificia Obra de la Propagación de la Fe, el santo Cura de Ars conoció a la que sería su santa predilecta: santa Filomena. La señorita Jaricot fue milagrosamente sanada por esta mártir de los primeros tiempos de la Iglesia y llevó a la parroquia de Ars una reliquia de la misma, invitando al párroco a difundir su devoción. El santo Cura construyó una capilla en honor a la mártir y se volvió uno de los mayores promotores de su devoción. También él mismo recibió la gracia de una sanación física, de una enfermedad que parecía mortal, por intercesión de santa Filomena.
Además de la beata Paulina Jaricot, el padre Vianney conoció a varios santos más: el venerable Leon Dupont, conocido como el santo hombre de Tours, san Pedro Julián Eymard, fundador de la Congregación del Santísimo Sacramento, entre otros más.
El famoso predicador de Notre Dame de París, el dominico Lacordaire, fue a Ars para conocer, ver y escuchar al cura de Ars: “Juan María Vianney es mejor predicador que yo, porque cuando la gente me oye a mí, comenta: ´¡Qué bien predica!´. En cambio, cuando escuchan a Juan María Vianney, exclama: ´¡Qué bueno es Dios!´”.
Tras 41 años de actividad pastoral, con los fieles de Ars y los peregrinos que acudían de todas las regiones de Francia, en 1859 su salud empieza a decaer fuertemente. A finales de julio de ese año el santo Cura ya no podía confesar y tuvo que estar en cama. El 1º de agosto pidió el sacramento de la confesión y recibió la Sagrada Comunión. Dos días después llegó su obispo para despedirse. Finalmente, el 4 de agosto a las 2.00 am muere santamente.
Su cuerpo permanece hasta el día de hoy, incorrupto en la iglesia de Ars. El 8 de enero de 1905 san Pío X lo beatifica y en 1925 Pío XI lo canoniza. En 2009 el papa Benedicto XVI declaró el Año Sacerdotal, con ocasión del 150º Aniversario de la muerte del Cura de Ars y oficialmente fue declarado patrono de todos los sacerdotes del mundo.
En este día recemos al Santo Cura de Ars por la fidelidad y santificación de los sacerdotes del mundo entero, para que vivan su sacerdocio con ardor y entrega total. Pidamos también por la fidelidad de los seminaristas y el aumento y perseverancia de las vocaciones sacerdotales.
También les compartimos la siguiente Coronilla para rezar frente al Santísimo Sacramento por nuestros sacerdotes:
CORONILLA DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE
POR LA SANTIFICACIÓN DE LOS SACERDOTES
(llamada también Coronilla de Repración u Ofrenda de la
Preciosísima Sangre por los sacerdotes, revelada por Jesús en el libro In sinu Jesu)
Se reza con un rosario tradicional de cinco misterios de diez cuentas cada uno.
-Dios mío, ven en mi auxilio.
-Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.
En las cuentas del Padrenuestro:
Padre Eterno, te ofrezco la Preciosa Sangre de tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el Cordero sin mancha ni defecto en reparación por mis pecados y por los pecados de todos tus sacerdotes.
En las cuentas del Avemaría:
Por tu preciosa Sangre, oh Jesús, purifica y santifica a tus sacerdotes.
En las cuentas del Gloria:
Padre, de quien procede toda paternidad en el Cielo y en la tierra, ten misericordia de tus sacerdotes y lávalos con la Sangre del Cordero.
Mensaje de Jesús sobre esta Coronilla (In sinu Jesu, 8/3/2010)
"Me agradaste orando la Coronilla de Reparación y ofreciendo Mi preciosa Sangre a Mi Padre para la purificación y santificación de Mis sacerdotes. Recibí esa oración y la llevé ante Mi Padre, abundantes gracias cayeron sobre los sacerdotes de Mi Iglesia en respuesta a esa simple oración. Estoy satisfecho con cada esfuerzo sin importar cuán humilde o sencillo sea. De hecho, prefiero las oraciones del corazón humilde y simple, la oración hecha sin pretensiones, con fe, con esperanza y con caridad. Escucharé las oraciones de los que rezan esta coronilla y Mis sacerdotes experimentarán sus frutos en sus vidas".
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