7 de agosto de 2021

Triduo a Santa Filomena


 El próximo 11 de agosto se celebra la fiesta de santa Filomena, virgen y mártir de los primeros tiempos de la Iglesia. Narraremos brevemente su historia y los invitamos a rezar juntos el triduo pidiendo su poderosa intercesión por nuestras intenciones y necesidades. San Juan María Vianney decía que aquello que santa Filomena pide, Dios no se lo niega.

Breve biografía

El conocimiento de la existencia de esta santa empieza en mayo de 1802, en Roma, durante las excavaciones a las Catacumbas romanas, con la autorización de la Santa Sede durante el Pontificado de Pío VII. Se extrajo, entonces, un sepulcro sobre el cual había tres losas que lo sellaban. Éstas estaban decoradas con el texto “LUMENA PAXTE CUM FI” y símbolos relativos al martirio: ancla, flechas, palmas y flores. Más tarde se encontró que el texto de la losa estaba al revés, quedando así: “PAXTE CUM FILUMENA” (Paz contigo, Filomena). 

Se analizaron los restos, descubriendo que éstos eran de una mujer joven, aproximadamente de 12 o 13 años, con signos de haber sido traspasada con flechas. Junto con los restos óseos se encontró una vaso fino con sangre coagulada, según la tradición cristiana la sangre derramada de los mártires de aquellos tiempos se guardaba junto con sus restos, como testimonio de su entrega por Cristo. Ésta sangre obró varios prodigios.


Aun así, nada en ese momento se sabía de la pequeña mártir. Por eso, durante mucho tiempo los fieles empezaron a rezar a Dios pidiendo que se revelara quién era esta mártir de los primeros tiempos de la Iglesia, según se creía. Entonces fue que varias personas recibieron revelaciones privadas donde la misma santa se les apareció y comunicó su vida, su historia y martirio.


Las revelaciones que fueron más aceptadas (no aprobadas ni declaradas por la Iglesia como las oficiales que narran la vida de santa Filomena), sino que recibieron únicamente el “Imprimátur”, es decir, aprobación para ser impresas y difundidas ya que nada obsta la Fe de la Iglesia en dichas revelaciones, fueron las de la venerable Madre María Luisa de Jesús, religiosa originaria de Nápoles. Éstas revelaciones recibieron de la Santa Sede el Imprimátur el 21 de diciembre de 1883. 


Según narra Madre María de Jesús, la santa se le apareció y le dio las siguientes revelaciones:

"Yo soy la hija de un príncipe que gobernaba un pequeño estado de Grecia. Mi madre también era de sangre real. No tenían niños. Eran idólatras y continuamente ofrecían oraciones y sacrificios a sus dioses falsos. Un doctor de Roma llamado Publio -ahora está en el Cielo-, vivía en el palacio al servicio de mi padre. Este doctor profesaba el cristianismo. Viendo la aflicción de mis padres y por un impulso del Espíritu Santo les habló acerca de nuestra fe e incluso les prometió posteridad si consentía en recibir el bautismo. La gracia que acompañaba sus palabras, iluminaron el entendimiento de mis padres y triunfó sobre su voluntad. Se hicieron cristianos por encima de sus voluntades: se hicieron Cristianos y obtuvieron la gran deseada felicidad que Publius les había prometido en premio a su conversión.


Al momento de nacer me pusieron el nombre de Lumena, en alusión a la luz de la fe, de la cual era fruto. El día de mi bautismo me llamaron Filomena, hija de la luz (filia luminis) porque en ese día había nacido a la fe. Mis padres me tenían gran cariño y siempre me tenían con ellos. Fue por eso que me llevaron a Roma, en un viaje que mi padre fue obligado a hacer debido a una guerra injusta.


Yo tenía trece años. Cuando arribamos a la capital nos dirigimos al palacio del emperador y fuimos admitidos para una audiencia. Tan pronto como Dioclesiano me vio fijo los ojos en mi.


El emperador oyó toda la explicación del príncipe, mi padre. Cuando este acabó y no queriendo ser ya más molestado le dijo: “Yo pondré a tu disposición toda la fuerza de mi imperio y te pediré a cambio sólo una cosa, que es, la mano de tu hija”. Mi padre deslumbrado con un honor que no esperaba, accede inmediatamente a la propuesta del emperador y cuando regresamos a nuestra casa, mi padre y mi madre hicieron todo lo posible para inducirme a que cediera a los deseos del emperador y los suyos. Yo lloraba y les decía: "¿Ustedes desean que por el amor de un hombre yo rompa la promesa que he hecho a Jesucristo? Mi virginidad le pertenece a Él y yo ya no puedo disponer de ella". -Pero eres muy joven para ese tipo de compromiso -me decían- y me enviaban las más terribles amenazas para hacerme que aceptara la mano del emperador.


Martirio de santa Filomena.


La gracia de Dios me hizo invencible. Mi padre no pudiendo convencer al Emperador con las razones que alegó para ser dispensado de la promesa que había hecho, fue obligado por Diocleciano a llevarme a su presencia.


Tuve que soportar nuevos ataques de parte de mis padres hasta el punto, que de rodillas ante mi, imploraban con lágrimas en sus ojos, que tuviera piedad de ellos y de mi patria. Mi respuesta fue: No, no, Dios y el voto de virginidad que le he hecho, esta primero que ustedes y mi patria. Mi reino es el Cielo.


Mis palabras los hacía desesperar y me llevaron ante la presencia del emperador, el cual hizo todo lo posible para ganarme con sus atractivas promesas y con sus amenazas, las cuales fueron inútiles. El se puso furioso e, influenciado por el demonio, me mandó a una de las cárceles del palacio donde fui encadenada. Pensando que la vergüenza y el dolor iban a debilitar el valor que mi Divino Esposo me había inspirado. Me venía a ver todos los días y soltaba mis cadenas para que pudiera comer la pequeña porción de pan y agua que recibía como alimento, y después renovaba sus ataques, que si no hubiera sido por la gracia de Dios no hubiera podido resistir.


Yo no cesaba de encomendarme a Jesús y su Santísima Madre.


Mi cautiverio había durado treinta siete días, cuando, en el medio de una luz divina, vi a María con su Divino Hijo en sus brazos. Ella me dijo: "Hija mía, tres días más de prisión, y después de 40 días dejarás este lugar de sufrimiento". Las felices noticias hicieron mi corazón latir de gozo, pero como la Reina de los Ángeles había añadido, dejaría la prisión, para ser sometida a tormentos mucho más terribles que los anteriores. Pasé del gozo a una terrible angustia, que pensaba me mataría. Entonces me dijo la Reina de los Cielos: "Ten valor, Hija mía, ¿no sabes el amor y la predilección que tengo por ti? El nombre que has recibido en tu bautismo es garantía de ello, y la semejanza que tiene con Mi Hijo y conmigo. Como tú te llamas Lumela y tu Esposo se llama Luz, Estrella, Sol; y como soy llamada, Aurora, Estrella, la Luna en su máximo fulgor y el Sol. No temas, yo te asistiré. Ahora que tu naturaleza se debilita, con toda justicia, en su momento, la gracia te prestará sus fuerzas y el Ángel, que también es mi Ángel, Gabriel, que su nombre expresa fortaleza, vendrá en tu auxilio. Te encomendaré especialmente a él para tu cuidado como mi más querido bien".


Las palabras de la Reina de las Vírgenes me dieron nuevamente valor y la visión desapareció, dejando la prisión llena de un perfume celestial.


Lo que se me había anunciado, pronto se realizó. Diocleciano perdiendo todas sus esperanzas de hacerme cumplir la promesa de mi padre, tomó las decisión de torturarme públicamente y el primer tormento era ser flagelada. “Debido a que ella no se avergüenza de preferir a un malhechor, condenado por su mismo pueblo a una muerte infame, en lugar de un emperador como yo, entonces merece que mi justicia la trate a ella como él fue tratado” Ordenó que me quitaran mis vestidos, que fuera atada a una columna y en presencia de un gran número de personas de la corte, hizo que me azotaran con tal violencia, que mi cuerpo se bañó en sangre, y lucía como una sola herida abierta. El tirano pensando que me iba a desmayar y morir, me hizo arrastrar a la prisión para que muriera.


Dos ángeles brillante con luz, se me aparecieron en la oscuridad y derramaron un bálsamo en mis heridas, restaurando en mi la fuerza, que tenía antes de mi tortura.Entonces se renovó su frenética ira y ordenó que fuera sumergida en las aguas del Tíber con un ancla en el cuello. La orden fue ejecutada, pero Dios no permitió que esto tuviera éxito; en el momento en el cual iba a ser precipitada al río, dos ángeles vinieron en mi socorro, cortando la soga que estaba atada al ancla, la cual fue a parar al fondo del río, y me transportaron gentilmente a la vista de la multitud, a las orillas del río.
Este milagro obró un maravilloso efecto en un gran número de espectadores que se convirtieron a la fe; pero Diocleciano, lo atribuyó a cierta magia secreta y me arrastraron por las calle de Roma y ordenó que me disparasen una lluvia de flechas; cuando las recibí, mi sangre fluía por todos lados; él ordenó, cuando estaba exhausta y moribunda, que fuera llevada nuevamente al calabozo.
El cielo me honró con un nuevo favor. Entré en un dulce sueño y cuando desperté estaba totalmente curada. El tirano lleno de rabia dijo: " Que sea nuevamente traspasada con flechas afiladas". Otra vez los arqueros doblaron sus arcos, con todas sus fuerzas, pero las flechas se negaron a salir. El Emperador estaba presente y a la vista de esto se llenó de rabia, y diciendo que yo era una maga, pensó que la acción del fuego destruiría este “encantamiento”. Entonces ordenó que las puntas de las flechas fueron calentadas en un horno al rojo vivo y con ellas mandó apuntar nuevamente contra mí. Y esta vez las flechas fueron disparadas, pero éstas, luego de recorrer parte de la distancia que las separaba de mí, tomaron milagrosamente la dirección contraria desde donde habían sido lanzadas y seis arqueros fueron muertos por estas; entonces varios de ellos renunciaron al paganismo y la gente comenzó a rendir público testimonio del poder de Dios que me había protegido. Esto enfureció al tirano, que determinó apresurar mi muerte, ordenando que mi cabeza fuera cortada con un hacha.
Entonces, mi alma voló hacia mi Divino Esposo, el cual me me coronó con la corona de la virginidad y la palma del martirio, y distinguida con esta elección, tengo parte en el gozo de su Divina Presencia. Este día que fue tan feliz para mi por verme entrar en el Gloria, fue un Viernes, y la hora de mi muerte, la tres de la tarde: el mismo día y la misma hora en que el Divino Maestro expiró”.
La devoción y actualidad
La devoción por santa Filomena se expandió en todo el mundo gracias a los grandes prodigios y milagros obrados por su intercesión. Uno de los milagros más conocidos fue el que le hiciera a la futura beata Paulina Jaricot, fundadora de la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe. Paulina, luego de peregrinar a la tumba de santa Filomena, solicitó una reliquia de la misma y se dirigió al pueblo de Ars para hablar con san Juan María Vianney, quien recibió la reliquia y se hizo muy devoto de la pequeña mártir. Difundió mucho su devoción y la popularizó grandemente.
Otros santos que tuvieron gran devoción fueron San Pío X, san Damián de Molokai, san Pedro Julián Eymard, beato Pío IX, san Juan Neumann, san Pedro Channel, santa Magdalena Sofía Barat, santa Francisca Javiera Cabrini, san Aníbal María de Francia, san Padre Pío de Pietrelcina, beato Bartolo Longo, y la beata Ana María Taigi.
Fue en 1837 que el Papa Gregorio XVI autorizó que el culto litúrgico a santa Filomena, que en ese entonces era solo una devoción popular. Recibió autorización tanto el Santuario de Mugnano como la parroquia de Ars. Se le otorgó una Misa y Oficio propios para la santa en 1855 con aprobación del papa beato Pío IX. La devoción fue recomendada por los papas León XIII y san Pío X. Aún así, en 1961 con la reforma del Concilio Vaticano II se fueron suprimiendo las fiestas litúrgicas de santos cuya ‘autenticidad’ no pudiera ser probada. Esto no significa que los fieles no puedan venerar a santa Filomena de forma privada y, en los lugares donde la devoción exista y esté arraigada está permitido el culto litúrgico, según esto nos dicen: "El culto litúrgico [universal] se remueve, el culto popular queda sin alteración. Se puede venerar la Santa aún con el honor de celebraciones externas y con la Misa del Común”. Cuando el Obsipo de Misore, Moneñor M. Fernandez, titular de la catedral de Santa Filomena en India, le preguntó a Pablo VI, cómo había que interpretar el decreto del 14 de febrero de 1961, éste le contestó "Siga como antes y no perturbe a los fieles".
Por eso, los fieles pueden venerar de forma privada a santa Filomena y dirigirle sus plegarias y oraciones pidiendo su intercesión.


TRIDUO A SANTA FILOMENA

Oración
(Fue rezada por la venerable Paulina Jaricot para obtener su sanación)

Por tu paciencia bajo sufrimientos multiplicados, obtén para mí la aceptación cristiana de las aflicciones y dolores que pueda enviarme el Señor, y como tú fuiste milagrosamente salvada de las aguas del río Tíber, al que fuiste arrojada por tu perseguidor, haz que pueda pasar por las aguas de las tribulaciones sin que se hiera mi alma. Te pido también que obtengas para mí, oh Esposa fiel de Cristo, la necesidad particular que en este momento te encomiendo… (Pedirla).

Cuando el emperador fue informado del cambio que en mí había ocurrido, me hizo llevar ante su presencia y trató de hacerme ver que mi curación se la debía a Júpiter diciendo: “El ha decidido positivamente que tú serás la emperatriz de Roma”. Y lanzó seductoras palabras y promesas de grandísimos honores y aduladoras caricias, esforzándose por completar el trabajo del Infierno que había comenzado; pero el Espíritu Santo al cual había encomendado mi constancia, llenó de luz mi entendimiento en ese instante para dar todas las pruebas de la solidez de nuestra Fe a las que ni Dioclesiano ni ninguno de sus cortesanos presentes pudieron nunca responder.


¡Santa Filomena, virgen y mártir! Que obras maravillas en nuestros tiempos, le doy las gracias a Dios por los dones milagrosos que te ha concedido y te suplico que me regales una parte de las gracias y bendiciones de las que fuiste el canal para tantas almas. Por la heroica fuerza con la que confrontaste la furia de tiranos y el disgusto de los poderosos antes que alejarte de tu Alianza de Amor con Cristo, obtén para mí la pureza del cuerpo, del alma, del corazón, de pensamiento y afectos.

Oh virgen pura y mártir santa, dígnate a dirigir una mirada de piedad desde el Cielo sobre este devoto tuyo, consuélame en la aflicción, asísteme en el peligro, sobre todo, ven en mi auxilio a la hora de mi muerte. Protege a la Iglesia, ruega por su exaltación y prosperidad, por la extensión de la luz de la Fe en el mundo entero, por el Santo Padre, los sacerdotes, por la santificación de las almas, la conversión de los pecadores y por la liberación de las benditas almas del Purgatorio, especialmente de mis familiares y amigos difuntos.
¡Oh Gloriosa Santa!, cuyo triunfo celebramos en la tierra, intercede por mí para que un día pueda contemplar la corona de gloria que el Padre Eterno te otorgó en el cielo y bendecir eternamente a Dios, quien recompensa por toda la eternidad los sufrimientos soportados por amor suyo durante esta vida. Amén.

Oremos: ¡Oh purísima virgen, gloriosa mártir santa Filomena!, a quien Dios en su poder eterno ha revelado al mundo en estos días de tanta oscuridad para reanimar la Fe de su pueblo, sostener la esperanza e inflamar la llama de la caridad en las almas de sus fieles, aquí postrado a tus pies te pido que te dignes, oh virgen fiel, llena de bondad y virtud, a recibir mis humildes plegarias y obtén para mí esa pureza por la cual fuiste martirizada, rechazando los placeres del mundo, esa fortaleza de alma que te hizo resistir ante la prueba y ese amor por Nuestro Señor Jesucristo que los tormentos más terribles no pudieron extinguir en ti. Haz que, imitándote en esta vida, pueda algún día ser coronado contigo en el Cielo. Amén.

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