Ícono Ntra. Sra. del Carmen realizado por las Carmelitas de Harissa (Líbano) |
Origen de la devoción a nuestra Señora del Carmen
El monte Carmelo, en Tierra Santa, es el lugar donde muchos profetas del Antiguo Testamento rindieron culto a Dios. Los más conocidos fueron Elías y Eliseo.
Muchos cristianos quisieron rendir también culto a Dios en dicho monte, viviendo la vida eremítica de oración y penitencia, teniendo como protectora a la Santísima Virgen e imitándola en sus virtudes. Se construyó en dicho monte una iglesia dedicada a la Virgen y desde ese momento, sin buscarlo, se creó una nueva advocación mariana.
Los eremitas fueron desplazados del monte Carmelo por las invasiones de los musulmanes, muchos de ellos se refugiaron en diferentes países de Europa. Gracias a san Simón Stock, que fue general de la orden, se abandonó el estilo de vida eremítico y se tomó uno más comunitario. La orden atravesaba momentos muy difíciles, nos narra el texto más antiguo: “San Simón… suplicaba constantemente a la gloriosísima Madre de Dios que diera alguna muestra de su protección a la Orden de los carmelitas, pues goza en grado singular del titulo de la misma Virgen, diciendo con toda devoción: Flor del Carmelo, vid florida, esplendor del cielo, Virgen fecunda y singular; oh Madre dulce, de varón no conocida, a los carmelitas da privilegios, estrella del mar. Se le apareció la bienaventurada Virgen, acompañada de una multitud de ángeles, llevando en sus benditas manos el escapulario de la Orden y diciendo estas palabras: “Este será el privilegio para ti y para todos los carmelitas, que quien muriere con él no padecerá el fuego eterno, es decir, el que con él muriere se salvará”.
Desde entonces, la devoción por la Virgen del Carmen asociada al uso del escapulario se extendió al mundo entero. También nuestra Señora hizo otra promesa relacionada con el escapulario: liberar del Purgatorio a todas las almas que hayan vestido el escapulario durante su vida, el sábado siguiente a la muerte de la persona y llevarlos al cielo, promesa que ha sido respaldada por los Pontífices.
Nuestra Señora del Carmen y la historia argentina
La devoción a nuestra Señora llegó a Mendoza, Argentina, en el siglo XVIII, cuando un hombre de gran fortuna donó una imagen y todo lo necesario para difundir la devoción por esta advocación mariana. Esta imagen se hallaba primero en un templo de los jesuitas pero en 1776 como consecuencia de la expulsión de la Orden, se la llevó a la Basílica de San Francisco Solano.
En 1814, el General José de San Martín llega a Cuyo y empieza a formar su ejército. El padre de la Patria tenía una ferviente devoción a la Santísima Virgen María, por lo que nombró dicha imagen y advocación como Generala del Ejército Libertador. Hizo que todos sus soldados llevaran el escapulario carmelita y el 5 de enero de 1817 San Martín le entrega su bastón de mando y la nombra oficialmente generala del ejército. También hace bendecir la bandera de los Andes. Después de los triunfos militares, él mismo dirá: “La protección que ha prestado al Ejército de los Andes su Patrona y Generala la Virgen del Carmen son demasiado visibles”.
La Virgen María prometió a san Simón Stock que quien muriera usando el escapulario no sufriría el fuego eterno, es decir, no caería en el infierno, sino que su alma se salvaría.
Otra promesa fue realizada también por nuestra Señora, al papa Juan XXII, llamada el privilegio sabatino, en 1322, que consiste en que quien use el escapulario durante toda su vida, observe la castidad y rece el santo Rosario diariamente, el sábado siguiente a su muerte sería liberado del purgatorio.
Es importante destacar que la mayor importancia del uso del escapulario es un recordatorio permanente de la protección del Señor por medio de su Madre y es una llamada constante a la conversión de vida, a vivir bajo el yugo de Cristo, observando los mandamientos y haciendo la voluntad de Dios en nuestra vida. No es un pasaporte para pecar libremente, ya que en ese caso estaríamos abusando de la Misericordia de Dios. Usar el escapulario es un signo externo de nuestra consagración bautismal por medio de María, nuestra Madre. Ella nos llama a vivir el Evangelio de Jesús y a través de una vida unida a su Corazón y al Corazón de Jesús podremos ser salvados del fuego del infierno, habiendo construido el Reino de Dios aquí en la tierra.
Decía san Claudio de la Colombiere, director espiritual de santa Margarita María de Alacoque (vidente del Sagrado Corazón de Jesús): "Te preguntas ¿y si yo quisiera morir con mis pecados?, yo te respondo, 'Entonces morirás en pecado' pero no morirás con tu escapulario".
Llevemos con confianza, amor y devoción el Escapulario que nos regala la Santísima Virgen y vivamos en el espíritu de los carmelitas: la penitencia y la oración.
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