El 22 de julio, la Liturgia celebra a Santa María Magdalena, la apóstol de los Apóstoles. El papa Francisco ha querido resaltar su papel en la historia de la salvación y de la Iglesia y elevó su memoria litúrgica a la categoría de fiesta, siendo obligatorio celebrarla en toda la Iglesia universal.
Ciertamente los evangelios hablan poco de la figura de María Magdalena, lo cual ha dado lugar a no pocas malas interpretaciones o supuestos. Sabemos que fue una mujer del grupo de discípulas que seguía a Jesús en su misión (Lc. 8, 1-3). También sabemos que Jesús la liberó de siete demonios, que podría interpretarse tanto de una posesión demoníaca plena (el número siete indica plenitud) como de siete males o pecados. Por otro lado, sabemos que estuvo cerca de Jesús en su Pasión y contempló como fue sepultado. En la mañana del domingo de Resurrección fue una de las miróforas, es decir, de las que llevaban los aceites para completar los ritos de sepultura, y fue la primera testigo entre los Apóstoles de la resurrección de Jesús, enviada por Él a anunciar a sus apóstoles que había resucitado. (Jn. 20, 1-18)
Esto es lo que sabemos, siguiendo los Evangelios. Otras interpretaciones hoy en día ya no son aceptadas por la teología, por ejemplo, que haya sido prostituta no tendría coherencia con la afirmación bíblica de que María Magdalena y las otras discípulas ayudaban al ministerio de Jesús con sus bienes, ya que en esa época una prostituta no tenía bienes. Tampoco es la misma María que derramó perfume a sus pies, ya que esa María es María de Betania, hermana de Lázaro y Marta. Se sabe que eran dos Marías distintas, el origen de la confusión es de san Gregorio Magno, quien en un comentario a los evangelios unificó tres mujeres: María Magdalena, María de Betania y la mujer pecadora en una misma persona.
Según la tradición oriental, después de Pentecostés, María Magdalena fue con la Virgen a Éfeso y murió allí. Otra tradición afirma que huyendo de la persecución fue a Francia a una cueva y pasó treinta años de su vida alimentándose únicamente de la Eucaristía y haciendo oración y penitencia como ermitaña. Antes de morir fue trasladada a San Maximino, donde recibió los sacramentos y falleció santamente.
Leemos de la Palabra de Dios...
Los invitamos a meditar con la palabra de Dios los siguientes textos bíblicos que refieren a lo que sabemos de santa María Magdalena.
"Después, Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes". (Lucas 8, 1-3)
Santa María Magdalena, testigo de la Pasión de Jesús
"Había también allí algunas mujeres que miraban de lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, que seguían a Jesús y lo habían servido cuando estaba en Galilea; y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén" (Marcos 15, 40-41)
Santa María Magdalena, testigo de la sepultura de Jesús
"Había allí muchas mujeres que miraban de lejos: eran las mismas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo. Entre ellas estaban María Magdalena, María –la madre de Santiago y de José– y la madre de los hijos de Zebedeo. Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús, y fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo entregaran. Entonces José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo que se había hecho cavar en la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue. María Magdalena y la otra María estaban sentadas frente al sepulcro" (Mateo 27, 55-61)
Santa María Magdalena, testigo de la resurrección de Jesús
"Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús. A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro. Y decían entre ellas: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?» Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande. Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas, pero él les dijo: «No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho». Ellas salieron corriendo del sepulcro, porque estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.
Jesús, que había resucitado a la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, aquella de quien había echado siete demonios. Ella fue a contarlo a los que siempre lo habían acompañado, que estaban afligidos y lloraban. Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron". (Marcos 16, 1-11)
"Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Angel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos. El Ángel dijo a las mujeres: «No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba, y vayan en seguida a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán». Esto es lo que tenía que decirles».
Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: «Alégrense». Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: «No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán»" (Mateo 28, 1-10)
"El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos. Los discípulos regresaron entonces a su casa.
María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?». María respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo». Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir «¡Maestro!». Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes». María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras" (Juan 20, 1-18).
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